Me gustaría empezar por contarles, a todos aquellos que no han leído el “Banquete” de Platón, de que se trata uno de los diálogos que allí se exponen y que me resulta interesante para la publicación de hoy.
Uno de los presentes en el banquete organizado por Agatón para celebrar su victoria en las fiestas Leneas, llamado Erixímaco, propone que “Cada uno improvisará lo mejor que pueda un discurso en alabanza a Eros (al amor)”
El cuarto en hablar, y es en este en quien me quiero centrar, es Aristófanes. Comienza diciendo que la naturaleza humana no siempre fue igual, que ha sufrido modificaciones. Según cuenta, tres eran los sexos de las personas: hombre, mujer y un tercer sexo que participaba de estos dos. El andrógino, era en efecto, una sola cosa en cuanto a forma y nombre. La forma de cada persona era redonda en su totalidad, con la espalda y los costados en forma de círculo. Tenía cuatro manos, mismo número de pies que de manos y dos rostros perfectamente iguales sobre un cuello circular. Y sobre estos dos rostros, situados en direcciones opuestas, una sola cabeza, y además cuatro orejas, dos órganos sexuales, y todo lo demás como uno puede imaginarse. Caminaba también recto como ahora, en cualquiera de las dos direcciones que quisiera; pero cada vez que se lanzaba a correr velozmente, se movía en círculo rápidamente apoyándose en sus miembros que entonces eran ocho. Tan extraordinaria era su fuerza y vigor, y tan grande era su orgullo que conspiraron contra los dioses, intentaron subir hasta el cielo para atacarlos.
Zeus, enojado pronuncia lo siguiente: «Me parece que tengo el medio de cómo podrían seguir existiendo los hombres y, a la vez, cesar de su desenfreno haciéndolos más débiles. Ahora mismo, dijo, los cortaré en dos mitades a cada uno y de esta forma d serán a la vez más débiles y más útiles para nosotros por ser más numerosos. Andarán rectos sobre dos piernas y si nos parece que todavía perduran en su insolencia y no quieren permanecer tranquilos, de nuevo, dijo, los cortaré en dos mitades, de modo que caminarán dando saltos sobre una sola pierna»
Es por esto que desde hace tiempo, el amor de los unos a los otros es innato en los hombres y restaurador de su antigua naturaleza.
Hasta aquí ya se puede advertir la presentación del amor heterosexual y homosexual. El hombre separado de otro hombre buscara a dicho hombre como completo, lo mismo para la mujer separada de la mujer; en tanto que el hombre separado de la mujer, la buscará a ésta.
Siendo que cada mitad busca la mitad perdida, los varones y mujeres que estuvieron antaño unidos a un individuo de diferente sexo al propio, los varones que estuvieron unidos a otro varón y las mujeres que lo estuvieron a otra mujer, explicarían la elección de objeto homo o heterosexual.
Los seres dobles tenían sus caras en oposición y no se conocían entre sí, estando, entonces, fusionados pero ignorantes uno del otro. El mutuo reconocimiento facial es, pues, una novedosa necesidad que impone la partición.
Al encontrarse con aquella auténtica mitad de sí mismos quedan entonces maravillosamente impresionados por afecto, afinidad y amor, sin querer, por así decirlo, separarse unos de otros ni siquiera por un momento
Esto se debe, según nos relata Aristófanes, a que antiguamente nuestra naturaleza era estar integrados. Por lo tanto Amor es, el nombre para el deseo y la persecución de la integridad.
Para finalizar propone que “…nuestra raza sólo podría llegar a ser plenamente feliz si lleváramos el amor a su culminación y cada uno encontrara el amado que le pertenece retornando a su antigua naturaleza. Y si esto es lo mejor, necesariamente también será lo mejor lo que, en las actuales circunstancias, se acerque más a esto, a saber, encontrar un amado que por naturaleza responda a nuestras aspiraciones.”
Habla del amor como de aquello que cura los males que impiden al género humano llegar al colmo de la felicidad.
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Por otro lado me gustaría citar el mito de Narciso. El relato más conocido del mito es el de Ovidio. La tragedia comienza a gestarse ya desde la concepción del niño Narciso, puesto que él es producto de la violencia sexual. El dios-río Cefiso, después de raptar y violar a Liriope, engendró en ella a un joven de espléndida belleza, a quien dieron por nombre Narciso. Preguntado sobre si el recién nacido tendría una larga vida, Tiresias, el sabio capaz de predecir el futuro, contestó «Sí, siempre y cuando nunca se conozca a sí mismo.»
A lo largo de su vida, Narciso, va a provocar en hombres y mujeres, mortales y dioses, grandes pasiones, a las cuales no responde por su incapacidad para amar y para reconocer al otro. Según el relato de Ovidio, entre las jóvenes heridas por su amor estaba la ninfa Eco, quien había disgustado a Hera y por ello ésta le había condenado a repetir las últimas palabras de todo cuánto se le dijera. Eco fue, por tanto, incapaz de hablarle a Narciso de su amor por él, pero un día, cuando él estaba caminando por el bosque, acabó apartándose de sus compañeros. Cuando Narciso preguntó « ¿Hay alguien aquí?», Eco contenta respondió: «Aquí, aquí». Incapaz de verla oculta entre los árboles, él le gritó: « ¡Ven!». Después de responder: «Ven, ven», Eco salió de entre los árboles con los brazos abiertos. Narciso cruelmente se negó a aceptar su amor. Tentado por Afrodita, al contemplar su imagen en el espejo de la superficie del agua, sintió una fascinación por su propia imagen de la que no pudo sustraerse. No podía tocar ni abrazar al ser que veía reflejado en el agua, pero tampoco podía apartar su vista de él. Subyugado por la bella imagen de sí mismo que le devolvía el río, se retrajo de toda posible relación amorosa con otros seres, e incluso de atender sus propias necesidades básicas, y su cuerpo se fue consumiendo para terminar convertido en la flor narciso, una flor tan hermosa como maloliente. Mientras tanto, Eco, consumida de melancolía, se retiró a una cueva donde su cuerpo también se consumió, quedando de ella solo una voz sin forma que repite, en la lejanía, la última frase o sílaba que se pronuncie.
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Más allá de lo que se entiende en estos dos relatos, me gustaría hacer una interpretación personal a partir de una relación que encuentro en ambos relatos.
Creo entender que Narciso no se enamoró de él, sino de la imagen que vio en el agua; es decir; se enamoró de un otro igual a él, al cual se dedico a admirar, cuidar, no lastimar. Su destino, claramente, no podía ser muy prometedor y así fue que perdió su vida.
Por otro lado interpreto que lo que intenta buscar la “mitad del hombre” planteada por Aristófanes, es una mitad complementaria, pero de ningún modo exactamente igual, una mitad distinta de sí.
¿De qué lado estamos parados cuando vamos a elegir al otro?
¿Vamos a querer que sea "igual" a nosotros o vamos a buscar que nos "complete"?
Los finales de cada elección son casi previsibles...