jueves, 4 de noviembre de 2010

Sin atreverse a mirar...

Sus manos ardían y sus brazos estaban exhaustos. El cansancio ya era insostenible. La fuerza de la gravedad ejercía presión y tensión. Pero tenía la plena certeza de que si se soltaba moriría en las profundidades inmensas de un abismo.

Nunca se atrevió a mirar hacia abajo, nunca quiso saber que tan lejos estaba del suelo, quizás porque pensaba que la distancia podía llegar a ser mayor de lo que podría tolerar. Ya no recordaba cuando fue que se tomo de esa rama, ni cómo llegó a quedar en tal situación de peligro. Solo miraba los cielos y pedía la fuerza para nunca soltarse.

De a ratos su cabeza la aturdía, le gritaba que se soltara, que ningún destino podía ser tan malo o peor de lo que padecía al aferrarse a su rama. La tentaba para que mire hacia abajo. Pero su fuerza y decisión por mantenerse viva allí, podían más que cualquier discurso interminable.

Un día su dios la traicionó. Hizo llover durante una semana entera. Las gotas de lluvia recorrían su cuerpo, se escabullían entre sus dedos y la rama, golpeaban su cara, sus ojos. Ya no podía más seguir así, al fin parecía que nada podría ser peor que aquello que estaba atravesando. Se despidió de su fiel compañero el árbol, de aquella rama a la que tan aferrada había estado durante tanto tiempo y se dispuso a sentir su cuerpo caer rogando que la agonía no sea tan extensa. Y verdaderamente no lo fue…

A los pocos segundos de soltarse, su cuerpo se fue hacia atrás, y su espalda y cabeza pronto golpearon el suelo…

Si, así es… ese infierno, abismo que siempre creyó que había bajo sus pies, no existía. Si alguna vez hubiera escuchado esas voces en su cabeza y hubiera mirado para abajo, habría advertido que se encontraba muy cerca del suelo.

Igualmente, me queda la duda de saber si se hubiera soltado antes si hubiera sabido dónde estaba ubicada realmente o si es tan real que nunca, ni mínimamente, vio que no había tal abismo...

Autora: Felicia Cavilla

No hay comentarios: