Quiero ver cada amanecer, todos son distintos. No hay un amanecer igual a otro.
Hay que estar bien despiertos para poder ver amanecer. Hay que estar mirando pero viendo; ser capaz de reconocer que el día anterior es algo que ya paso, de lo cual hay que alegrarse si uno pudo ser capaz de disfrutar y aprender todo lo que ese día pasado nos enseñó, descubrir que algo nuevo empieza es sentirse renovado.
Ningún nuevo amanecer será igual al del día anterior, y menos aun al del día siguiente. Ninguno de nosotros se podrá parar frente al horizonte de lo nuevo siendo el mismo que vio el amanecer anterior, porque a todos nos modifican los días que van transcurriendo.
Algunos amanecer son limpios. Solo el horizonte comenzándose a teñir de colores rosados sobre el tul celeste del firmamento, colores que se tornan cada vez más fuertes afirmando de a poco la certeza de que el astro rey está llegando. Y rápidamente el radiante sol se apodera del cielo.
Otros tienen algunas nubes cercanas pero que no dificultan la llegada, al contrario dan un toque especial, dan una especie de suavidad y compañía, van adornando el momento cambiando de colores como un talismán. Son las protagonistas previas al sol.
Otras veces suelen apoderarse del horizonte por completo las nubes. Lo hacen a tal punto que parecen negar el amanecer, lo encubren, lo disfrazan, lo ocultan. Pero inevitablemente aunque parezca mentira comenzó un nuevo día.